¿De dónde es usted? Unos ojos sonrientes y
una fuga de bonitos sonrojos le administran el rostro cuando me contesta —De
Puerto Rico. Lo que me obliga a decirle, razonablemente espiritista —Eso lo
ve hasta un ciego. Como me insatisface la malicia inocente que le abunda el
mirar, mirar de tal pureza que le hace cosquillas a mis ojos, añado,
copiándole el patrón interrogador —Pero, ¿de qué pueblo de Puerto Rico? Con
una naturalidad que asusta, equivalente sonrisa a la más triunfal de las
marchas, la vecina de asiento me contesta —De Nueva York.
Luis Rafael Sánchez.
La guagua aérea.
La
carreta, de René Marqués, es la obra de teatro que dramatiza la primera ola
migratoria puertorriqueña, [2] éxodo poblacional que coincide con el abandono de
la economía agraria y la industrialización del país. Durante esa emigración —que
se extiende de 1945 (cuando termina la Segunda Guerra Mundial) a 1970—, la Isla
pierde alrededor de un millón de habitantes, con lo que parece aliviarse el
problema de una población que había estado despuntando entre las de crecimiento
más veloz en el hemisferio (Scarano, pp. 752, 754). [3] A raíz de la misma,
también surge el fenómeno “nuyorrican”. Dividida en tres actos o estampas, la
obra de René Marqués se detiene en las vicisitudes de una familia campesina en
las tres fases de ese ciclo migratorio: el momento inicial en que abandona las
montañas de Puerto Rico y la cadena de catástrofes a que se enfrenta en los
arrabales de San Juan primero y en los de Nueva York después.
La carreta se ha descrito como la mejor
obra de teatro costumbrista de la literatura puertorriqueña pues, aunque al
dramaturgo se le suele identificar con la innovación artística, desde el primer
acto se recrean pormenorizadamente los usos y costumbres de un núcleo familiar
de origen campesino, a la vez que se presenta una aguda polarización entre la
pureza del pasado utópico y rural, y la corrupción de costumbres del presente,
urbano e industrial (Díaz Quiñones 1979, pp. 40-41). La pieza, que retrata la
crisis de toda una sociedad concentrada en el microcosmos de una familia y sus
infortunios, ha sido descrita como: 1. la máxima expresión melodramática del
camino obligado del campesinado puertorriqueño hacia el choque frontal con la
Metrópolis (Matilla, p. 1); 2. la obra que mejor dramatiza la diáspora de una
familia de una economía rural al arrabal de San Juan y su posterior traslado a
la ciudad de Nueva York como proletariado emigrante (Sandoval Sánchez, p. 345);
3. la odisea de una familia del campo que busca fortuna en el arrabal de San
Juan y el barrio hispano neoyorquino, ignorando que su verdadera felicidad es la
tierra en la cual están sus raíces (Dauster, III, p. 7). En fin, como señala
Nilita Vientós Gastón, es la historia de tres desilusiones: la del mundo
agrícola en quiebra, la de la emigración a la zona capitalina en busca de
soluciones y el paso al Nueva York industrial, donde tampoco se tiene éxito (p.
5), por lo que hay que regresar a la tierra pues, según explica Doña Gabriela al
final del tercer acto, allí crecen los “ausuboh que lah máquinah no puéan jamáh
talar” (p. 172).
La Gran Migración que, en el marco de 25 años,
relocalizó a una quinta parte de la población fuera de la Isla, fue un fenómeno
histórico excepcional paragonable al éxodo que se dio en Irlanda tras la
hambruna de la papa del siglo XIX —cuando entre millón y medio, y dos millones
de irlandeses dejan su país—; y más recientemente, a la ola migratoria que se
desencadena a partir de los años ochenta en la República Dominicana, y que, como
la puertorriqueña, lleva a Nueva York a cerca de un millón de emigrantes (Duany,
p. 85; Bissainthe, pp. 128, 137). [4]
Para el narrador José Luis González, la Gran
Migración boricua “representa uno de los hitos capitales de la experiencia
nacional puertorriqueña. No hay aspecto de la vida del puertorriqueño en este
siglo —social, económico, cultural y psicológico— que no esté marcado por las
vicisitudes de ese éxodo en masa”. [5] Al concentrar un cúmulo de situaciones
límite en una familia de origen rural, René Marqués recrea las facetas más
sórdidas y por ello más dramatizables de esta experiencia colectiva. Explora
temas como la violencia sexual, la injusticia, el racismo, la incomunicación y
el desarraigo; a la vez que registra las causas económicas y muchas de las
consecuencias morales, sociales y emocionales que tuvo en la población. La
carreta se publica entre 1951 y 1952 en la revista Asomante, como
tres estampas independientes. Su estreno mundial se da en el Saint Sebastian’s
Auditorium de Manhattan en mayo de 1953, bajo la dirección de Roberto Ramírez
Suárez. Utilizan como libreto la primera edición unitaria de la obra, publicada
por la Casa Baldrich en 1952, un panfleto de 76 páginas. [6] La compañía, el
Nuevo Círculo Dramático, estaba integrada casi totalmente por jóvenes artistas
puertorriqueños (Martínez Capó, p. 85). El director consiguió un segundo espacio
para presentarla en el sur del Bronx: el Hunts Point Palace, una inmensa sala de
baile donde solían tocar Tito Puente, Tito Rodríguez y Machito. Como había que
pagar el alquiler de la sala, un empresario puertorriqueño que era dueño de una
fábrica de ropa de mujer y estaba enamorado de la obra, puso el capital para que
se montara de nuevo en Hunts Point, un enclave de población boricua contiguo a
Morrisania, donde se ambienta el tercer acto de la obra. El benefactor se
llamaba Jano Montés e interpretó el papel de Don Chago. [7] Ante la crítica
favorable de la prensa, Bertram Bloch, encargado de libretos de la 20th-Century
Fox, solicitó el texto al autor para hacer una película; pero el proyecto nunca
se concretó (“20th-Century”, p. 27).
Aunque se había programado para el primero de
diciembre de 1953 (Babín 1979, p. 47), se estrena en Puerto Rico el 26 de
diciembre de dicho año en el Teatro Experimental del Ateneo de San Juan. En el
elenco participan, entre otros, Lucy Boscana, Myrna Vázquez, Angelina Morfi y
José Manuel Lacomba. La dirección está a cargo de Ángel L. Rivera, y Lorenzo
Homar colabora en la escenografía. Recibió una crítica muy positiva.
Lea la Introducción completa de Marithelma Costa.
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NOTAS
1. Todo libro es producto de una sucesión de
encuentros y colaboraciones. Agradezco a Gloria Paniagua y Vilma Bayrón Brunet,
quienes me animaron a que iniciara esta edición en un bar de jazz en San Juan.
Ya una vez metida en el proyecto, Arturo Dávila, Teresa Tió, Amílcar Tirado y
María del Rocío Costa me ayudaron tanto por teléfono e Internet, como en
persona. A ellos quiero dar las gracias, y también a Isaías Lerner, Alfredo
Villanueva Collado, César Ayala, Wanda Arriaga y el personal del Departamento de
Lenguas Romances y de la biblioteca del Centro de Estudios Puertorriqueños de
Hunter College. Por último, a Carmen Sarasúa y José Riancho, desde cuya terraza
en Atocha, pude ver el fenómeno de la emigración desde otra perspectiva, y a Ana
Riutort, por su impecable labor de editora.
2. La segunda emigración masiva se inicia hacia
1990, se dirige, sobre todo, a la Florida Central y por primera vez produce en
la Isla un descenso poblacional.
3. Para una brillante descripción del fenómeno,
vid. el vídeo de Joelle González-Laguer, Martorell: de aquí pa’allá. New York:
Centro de Estudios Puertorriqueños, Museo del Ba- rrio y Joelle Laguer
Productions, 2012.
4. Muchos dominicanos se establecen asimismo en
Puerto Rico y España. Entre 1966 y 2008 el gobierno estadounidense admite a
132,022 emigrantes dominicanos a la Isla. No se puede contabilizar los que
llegan sin autorización (Duany, p. 124).
5. Carta personal a Rafael Falcón (Falcón 1984,
p. 9).
6. Entrevista telefónica con Miriam Colón (24 de
diciembre de 2010).
7. Entrevista telefónica con Miriam Colón (24 de
diciembre de 2010).
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