Quiénes somos  | Qué publicamos  | Distribuidores  |  Comprar     |   Contactar    Talleres para Maestros  |   Blog

 

 

 

 

Portada
Catálogo
En el Tintero
Fondo Critico
Presentaciones
Perfiles
De Nuestro Catálogo
Premio Novela
Registro
Archivo


 

Boletín

 

 Blog Plaza Mayor
  • Noticias
  • Mundo literario
  • Astrolabio
  • Abrapalabra
  • En imágenes
  • Comentarios
  • Más»



 

Boletín
  Lo Nuevo


 

Fondo Crítico / Archivo
 

Archivo
 

 
  • Hjalmar Flax en el panorama poético puertorriqueño*
    Pío E. Serrano

"Pizca de inspiración, tonel de oficio" es el primer verso de un soneto –uno de los once de este libro–, Desnudo en la avenida, en el que Hjalmar Flax, como quien no quiere la cosa, y en su tangencial manera, nos deposita lo que constituye el secreto de su ars poetica: el obsesivo laboreo sobre el lenguaje, la obstinada voluntad por alcanzar una expresión propia, la tenaz fatiga que rehuye el fácil guiño de la inspiración, esa falaz palanca que ha movido tanto horrísono verso. Esta es la línea maestra sobre la que se articula la dicción de una de las voces más auténticas y singulares de su generación.

Las señas de identidad de la dicción poética de Hjalmar Flax están presentes desde su primeros libros. El moroso segregar de sus poemas, la pausada articulación de sus libros requieren del autor una atención inusual en el género. Desde sus inicios, Flax es consciente de que la poesía exige la porfiada atención del “fabro”. No se distrae.

Vale la pena recorrer, aunque sólo sea someramente, la trayectoria poética de Hjalmar Flax porque Abrazos partidos y otros poemas es, en muchos sentidos, la culminación de una summa en la que progresivamente Flax se nos ha dejado ver como un virtuoso; es decir, el que aplica de modo extraordinario la técnica de su instrumento.

Hjalmar Flax aparece en el escenario de la poesía puertorriqueña en un momento clave. Se trataba del enfrentamiento, entonces aparentemente apocalíptico, de, por una parte, la llamada poesía de compromiso o poesía social, cuya vocación primera se sustentaba en la denuncia política, económica y social, la protesta bajo consigna, pero que descuidaba la especificidad del lenguaje poético para arroparse en una retórica sabida y sobada, desbordante de una estentórea proclamación de justicia social pero precaria de justicia poética; y de la otra, un moderado grupo de poetas que, ante todo, anhelaba recuperar para el lenguaje poético una capacidad expresiva más intensa y específica, a la vez que en sus temas huían de lo extraordinario estridente para encontrar refugio en los laberintos de la conciencia, las sorpresas de lo cotidiano, los desgarramientos existenciales provenientes del amor, de la muerte, del sentido de la vida, todo ello sin abandonar una conciencia de solidaridad y de responsabilidad política.

La década del 70 será testigo de los distintos posicionamientos en que los poetas de la época instalan sus respectivas poéticas. En ese contexto conocí a Hjalmar Flax y a algunos de sus amigos poetas más cercanos. Pienso en José Luis Vega y en Salvador Villanueva, alentadores del necesario rescate de una expresión poética libre de las ataduras formales de criollistas y comprometidos, de neorrománticos y bohemios trasnochados. La seriedad y el rigor con que abordaban la plural temática que los convocaba
–la dignidad del hombre, la solidaridad, el desamparo, el amor y lo erótico, la amistad, el murmullo de la calle– y el novedoso y provocador empleo del lenguaje poético con que se expresaban, ofrecía una idea de por dónde se imponían los derroteros más exigentes de la joven poesía puertorriqueña. A los tres primeros, pronto se unieron Manuel Martínez Maldonado, la inolvidable Olga Nolla y ese espléndido narrador que es Edgardo Rodríguez Juliá. Entre ellos y otros amigos de entonces, como Etnairis Rivera o Áurea María Sotomayor, encontré lo que consideré la cantera más lúcida y auténtica de la más reciente literatura puertorriqueña.

Hjalmar Flax, sin embargo, siempre ha sido un caso. Su propio nombre parece ocultar su identidad puertorriqueña y dificulta que sea fácilmente asimilado al medio. Proveniente de una familia judeo-latvia-germa­no-hispana-criolla, de padre norteamericano y madre puertorriqueña, Flax pasa cuatro años en la Universidad de Pennsylvania (1960-64), cursa estudios en el Programa de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico (1964-66) y obtiene un doctorado en Derecho por la misma universidad. Desde muy temprano distingue entre el modus vivendi de su profesión y su verdadera y única vocación, la poesía. Alejado de grupos literarios de presión, de capillas partidistas, de gestores de revistas y conciliábulos; fiel a la amistad, se ha mantenido siempre como un francotirador. Una suerte de lobo estepario de la escritura y poco amigo de confederaciones bajo consigna, las que fueren. Su compromiso primero es con el lenguaje. Artesano de la palabra, orfebre de la sintaxis y la semántica es un relojero de los que organizan meticulosos artefactos siempre listos a explosionar ante la distraída conciencia del lector poco avisado.

Desde su primer libro, 44 poemas, publicado en el volumen 144 poemas en 2 libros (1969), con 100 poemas de Arturo Trías, Hjalmar Flax nos deja saber de su proclividad hacia el rescate de la oralidad como instrumento de exploración y elaboración de una poética muy personal, configurando un lenguaje rítmica y sintácticamente superior a cierto conversacionalismo en boga, retórica de lo obvio. Sin abandonar un hondo y personal lirismo, desconocedor del tono meloso y del fácil acomodo romanticoide, Flax se adentra, en este primer libro, en una escritura depositada en la combinación de breves poemas certeros como dardos, reflexivas composiciones de mayor aliento y dos sonetos de corte quevedesco que anuncian ya su atracción por esta tan exigente forma poética. En sus 44 poemas Flax aborda implacable la memoria personal y sus desgarramientos; deja fluir un cierto escepticismo que lo aleja de cualquier precipitado entusiasmo; concede espacio al amor y sus desgarraduras, a la conciencia de la soledad, al ineludible paso del tiempo, a la vez que explora el territorio inquietante de su propio cuerpo. Todavía en este primer libro no aparecen su peculiar sentido del humor ni el estilete de su ironía; tampoco se aprecia esa riqueza libérrima del habla que habrán de incorporarse a su poética en las entregas siguientes y que pasarán a formar una de sus más significativas señas de identidad. Buen lector de la poesía puertorriqueña, en especial de Luis Palés Matos, acusa, igualmente, la lectura del Siglo de Oro español, en especial Quevedo, y la huella anglosajona recuerda a Robert Frost y Cummings; de los hispanoamericanos se aprecia su trato con Jaime Sabines y el primer Cardenal.

En Los pequeños laberintos (Madrid, 1978), Hjalmar Flax se arriesga a una aventura del lenguaje audaz, ingeniosa y llena de sorpresas para el lector. Evidentemente ha leído al Parra de Poemas y antipoemas y sus Canciones rusas, adivinamos la resonancia del Cardenal de Oración por Marilyn Monroe y otros poemas, así como los ecos de la poesía beatnik. También ha descubierto el universo de paronomasia, calambur, hipérbole, equívoco, paradoja, retruécano, ironía y parodia de Guillermo Cabrera Infante; un orbe del que se apropia como recursos para la desacralización, con ánimo transgresor y revulsivo. Hay en sus poemas un evidente desplazamiento hacia lo urbano inmediato, que viene a unirse hacia el constante paladeo de su propia intimidad. Se apropia de los territorios del amor, del erotismo y del sexo desde una distancia lúdica y el léxico se abre descarnadamente al habla puertorriqueña. Igualmente se acerca, incluso, a cierto culto de lo grotesco. No le teme, pues, al lenguaje malsonante ni a la apropiación del habla no ya coloquial, sino populachera y vulgar, pero no la convierte en retórica identificativa, es sólo un registro más en el rico repertorio de sus exploraciones lingüísticas. A este repertorio incorpora ingeniosos juegos de palabras como los siguientes: 


SINANESTESIA

La quería bella pero
la bellaqueria...

 
ALUSIÓN

El mar es ancho y ajeno, sin duda,
como el mundo. Gozo de la amplitud,
disfruto el vuelo, pero si se apaga el motor:
Cero Alegría.


O esta “Crítica cinematográfica”, dedicada a G. Caín:

Roberto Tailor,
como actor,
era un desastre. 

Se le veían las costuras,
perdía el hilo a cada rato.


Pero no todo, por supuesto, es fuego de artificios ni juegos verbales, por ingeniosos y provocadores que resulten. En este libro se aprecian también, y con una presencia notable, poemas de aliento lírico, exploraciones reposadas sobre la intimidad del poeta y re­flexiones de carácter artístico-literario. Véase este espléndido poema:


UN CIERTO DESPERTAR

Esta mañana de metales mórbidos
la brisa duerme. El humo de las fábricas
inserta el horizonte
de inmensas rosas malvas deshojadas. 

Pero mi corazón está tranquilo.
La noche le rindió sus apagadas
distancias, sus luceros
iluminaron besos y miradas.

Se levantan los ruidos. Resplandece
el sol de la ciudad.

La brisa duerme aún y malvas rosas
adornan las montañas.

No alzaré las cortinas. Ella duerme
y el recuerdo del sueño dura en mí.
 

Como se puede apreciar, en el lirismo de Flax no hay espacio para escapismos retóricos. Su palabra fluye con sobriedad, de manera sutil, protegida por un secreto pudor que huye del histrionismo y del sentimiento como espectáculo.

Con motivo de la publicación y presentación de este libro, Flax pasó varios meses en España, oportunidad que le valió para conocer a otros poetas hispanoamericanos cercanos a su poética, como el boliviano Pedro Shimose, los argentinos Mario Trejo y Santiago Sylvester, los cubanos Gastón Baquero y Armando Alvarez Bravo, entre otros. Descubrió entonces a los poetas españoles del 50 y fijó su predilección en dos de sus más notables representantes: Jaime Gil de Biedma y Angel González. Este alejarse del entorno insular, vivir una existencia más allá de las incidencias localistas, y abrir un diálogo personal con poetas de otras latitudes y experiencias enriqueció notablemente su imaginario poético. A ello habría de añadir los sucesivos viajes de errabundeo indagatorio por Italia, Francia, Inglaterra y la antigua Yugoslavia. En todas partes Hjalmar fue coasigo mismo, pero en todas partes aprendió de la unanimidad universal del ser humano: sus amores, su miedo a la muerte, su estremecimiento poético, la lealtad a la amistad, las pasiones inútiles, la obscenidad de la violencia...

Los dos libros siguientes de Hjalmar Flax, Tiempo adverso (Barcelona, 1982) y Confines peligrosos (Madrid, 1987) revelan a un poeta maduro, dueño de sus recursos, eficaz en sus propuestas. Y así lo reconoció la crítica, tanto la española como la puertorriqueña. De Tiempo adverso pudo escribir Jorge Rodríguez Padrón, quizá el critico español con mayor conocimiento de la poesía hispanoamericana:

 

Tiempo adverso es el libro de la sabiduría final.., por eso, la ironía que se ha establecido en la escritura de Hjalmar Flax como característica fundamental, resulta mucho más sutil... Su palabra se ha hecho más sabia y se ofrece cargada de mayores recursos... Quiero destacar ese sentido agresivo y peligroso que ha ido adquiriendo la palabra de Hjalmar Flax.

 Sobre el mismo libro Edgardo Rodríguez Juliá precisaba:


Si el neorromanticismo de Neruda concibió la poesía como mural, este intimismo de Hjalmar Flax concibe la poesía como mi­niatura que nos revela la infinita extrañeza del mundo.

Carmen Dolores Hernández al referirse a Confines peligrosos subraya la precisión en el uso de ciertos resortes poéticos en el volumen: 

Ubicada en la tradición contemporánea de poesía hispánica... tradición que busca en el prosaísmo, la ironía y la parodia una clave más certera para transmitir la situación del hombre de hoy, la poesía de Hjalmar Flax incorpora aquí esos recursos de manera eficaz. 

A estas alturas Hjalmar Flax ya había leído y asimilado a nuevos poetas anglosajones que habrían de marcar nuevas actitudes poéticas: Dylan Thomas, Eliot, Auden, Wallace Stevens y Pound —Carmen Dolores  Hernández apunta con acierto a Alexander Pope—; y se había enriquecido con el trato textual de poetas hispanoamericanos de la generación anterior, como Juan Gelman, Enrique Lihn y Roque Dalton. Riguroso y constante lector de poesía se acercó a la vanguardia brasileña y al portugués Pessoa; a los grandes maestros italia­nos, Saba, Campana, Ungaretti, Montale y Quasimodo; a su contemporáneo norteamericano Mark Strand; a los novísimos españoles, además de volver sobre los clásicos de la modernidad como Baudelaire, Jules Laforgue y Yeats.

 De escritura lenta y reposada; meditada; escrita y vuelta a escribir, sus entregas no sufren de la precipitación. Así, para 1995, ocho años después de su libro anterior, prepara un volumen subtitulado Poemas nuevos y selectos, una suerte de muestra antológica de los que el autor considera los más logrados poemas de su producción, a la que añade 39 nuevas piezas, todo ello bajo el título, siempre perturbador y ambiguo, de Razones de envergadura. Su antólogo y prologuista, el escritor y crítico puertorriqueño Julio Marzán, nos advierte que, a pesar de sus múltiples y variadas lecturas universales, de sus estancia en el extranjero, la escritura de Hjalmar Flax no pierde su identidad puertorriqueña: 

Flax trabaja una voz sencilla que habla para sí misma y sin embargo resulta ser esencialmente colectiva y puertorriqueña. Es la mañana después del bembé. Es la voz de un tipo blanco, y también la voz del Macho Camacho ya cansado de tocar su guaracha y luego de varias sesiones de sicoterapia. 

La recepción de este volumen vino a consolidar el sitio de Hjalmar Flax en la poesía ya no sólo insular sino dentro del marco de la lengua. Para entonces, su obra, recogida en numerosas antologías en Puerto Rico, Es­paña, México y Estados Unidos había ganado la atención de la crítica más allá de los círculos inmediatos.

Con motivo de la publicación de Razones de envergadura, Gerald Guinness comentaba en el San Juan Star uno de los aspectos de la poesía de Flax más constantes en su escritura de los últimos años, el de su sobriedad y continencia:


Flax puede mostrar una delicada reserva y sobriedad que recuerda al lector a Antonio Machado. Se puede afirmar que Flax es quizá el menos declamatorio de nuestros poetas y por ello se le lee con una gratitud mezclada con la risa. Aun cuando nos recuerda verdades incómodas, como en Poema en tu cumpleaños, cuando nos dice que después de los 50 debemos aceptar el hecho de que somos huérfanos desde el nacimiento.

Ampliando esta zona de mayor gravedad en la poesía de Flax, su compañero generacional, José Luis Vega, apuntaba en sus palabras de presentación al volumen antológico:


El sujeto poético en la obra de Hjalmar Flax reproduce la figura del hombre moderno que duda de la dimensión trascendente del mundo. El mito, el milagro, la fábula, la edad de oro y la utopía quedan fuera del campo de su legitimidad. Besar al sapo no conduce al príncipe, sólo al sapo, a su estoica figura agazapada. Así sin ilusiones y sin consolaciones mayores, el poeta urde su respuesta ética ante la opacidad de un mundo que no tiene otra esperanza que la que pueda nacer de la propia imperfección.

Como reconocimiento a la labor de creación realizada por Flax a lo largo de casi tres décadas, en 1998 la Editorial de la Universidad de Puerto Rico pidió al poeta una colaboración para su colección Aquí y Ahora. Para tal ocasión Flax seleccionó un puñado de poemas ya editados y ocho inéditos, todos ellos agrupados en torno al tema de la poesía. El volumen venía a ser, pues, la expresión de una poética, por eso lo tituló Cuestión de oficio. En su “Prólogo”, y a manera de explicitación tangencial de sí mismo, Flax se detiene en la lectura interesada de poemas de Bécquer, Antonio Machado, Palés Matos, Dylan Thomas y Jacques Prévert para, a través de su hermenéutica, tratar de dilucidar la función del poeta en el poema y la desesperada lucha por alcanzar la expresión de lo esencial. En estas palabras prologales Flax pone al descubierto una clave decisiva para la interpretación de su propia escritura. Tiene que ver con la distinción entre la “voz autoral” y el “narrador” del poema. Una distinción en extremo importante porque revela, en el caso de Flax, su capacidad para asimilar experiencias poéticas no necesariamente vinculadas a su propia existencia o en cualquier caso a su capacidad para desdoblarse, asumir la otredad y concederle voz. Escribe Flax:


Al igual que no debe confundirse al dramaturgo con su personaje, no se debe confundir al “poeta”, autor del poema, con el “narrador” o el personaje creado por el autor para que diga el poema... El narrador de un poema es siempre un personaje o pose del poeta, un rol que el poeta desempeña en el poema y que puede cambiar de poema en poema, de libro en libro. 

Ahora bien, precisa Flax, cuando el poema tiene como tema la propia poesía, el sujeto poético es siempre el autor. Detengámonos un momento en uno de estos poemas, a mi entender, su más estremecida confesión sobre la experiencia de la escritura:

POIESIS

Escribe el escritor y al escribir
desde la más profunda soledad
donde se empoza impuro el sedimento
del sueño y la vigilia que es su vida,
a ese rincón de olvidos, a ese sótano
secreto acude, escarba, yace, busca
consigo estar callado en su desorden,
entre sus trastos como un trasto más.
Entonces, quizá entonces, sólo a veces,
alguna oblicua luz que no le llega
de sol ni de bombilla le relumbra
el papel sobre el cual junta sonidos,
cadencias de palabras, que no caen
desde el distante mundo sino desde
su propia sangre viva hasta su mano,
menguada ya la fuerza originaria,
dejando trazos que parecen versos. 

Si bien el tema del amor, del erotismo y del sexo en todos sus grados ha sido una zona siempre presente en la obra de Flax, todavía nos sorprenderá con un libro monográfico sobre una obsesión amorosa. Poemas de la Bestia (Madrid, 1999) es precisamente eso: el relato lírico del nacimiento, la pasión y la muerte de un amor desesperado. Como si de un largo bolero unitario se tratara, Flax deshoja ante nosotros las luminarias del encuentro y del reconocimiento; los estremecimientos de la exaltación, los desencuentros, la desesperación y la nostalgia del fuego convertido en humo y cenizas. El poeta mexicano, Hugo Gutiérrez Vega, su prologuista, nos da cuenta de la singularidad de este poemario: 

Sorprende que un poeta tan mesurado, tan exacto en su ironía, y tan complicadamente sencillo, nos entregue ahora este libro lleno de exaltaciones y de excesos del cuerpo y del alma. Al leerlo nos acercamos a una tumultuosa sinceridad y a unas formas poéticas que corren todos los riesgos y salen limpias y enriquecidas de la aventura, gracias al carácter liberador del verdadero lirismo. 

Carmen Dolores Hernández escribió una bella y aguda crónica sobre este libro que calificó como “un hermoso texto que sale airoso y fortalecido de la más dura prueba” y se detenía en algunos de sus registros más notables: la incorporación del mundo del bolero, la asunción de una tradición desde la contemporaneidad, la gran variedad de modalidades formales, la eficacia en el uso de las antítesis y los juegos verbales, la oportunidad de las interrogaciones retóricas, lo acertado de sus finales reveladores y concisos, y la aplicada desvalorización consciente de las metáforas amorosas, como era de esperarse en este autor. No en balde, Hernández seleccionó este libro entre los mejores de 1999.

Ahora, con este nuevo título, Abrazos partidos y otros poemas, Hjalmar Flax da otra vuelta de tuerca a su escritura. Siempre entre la palabra testimonial y la urgencia libérrima del lenguaje, entre un puñado de cálidas lealtades y el luminoso escepticismo, entre el humor desconsolado y la estimulante ironía. Un lenguaje siempre en estado de alerta, un lenguaje que no agota sus fronteras porque siempre las dilata para el disfrute de nosotros, sus lectores.

________________
*Prólogo al libro Abrazos partidos  y otros poemas, Hjalmar Flax, Editorial Plaza Mayor, San Juan, Puerto Rico 2003.

»Hjalmar Flax en nuestros Expedientes
»Visite la página web de Hjalmar Flax

 

 

 

Portada | Catálogo |  Expedientes  |  Colecciones  |  En el Tintero |   Fondo Crítico   |  Archivo 
          Quiénes Somos  |
Qué publicamos   | Distribuidores  |  Comprar Contactar

Términos de Uso   |   Política de Privacidad


© 1990-2011  Editorial Plaza Mayor
Alojamiento y Diseño por All Internet Services